¿Las pantallas están destruyendo nuestra capacidad de concentración, o solamente la están transformando?
Esta segunda opción es la defendida en este artículo periodístico. El autor critica la validez de ciertas “investigaciones” que culpan a los móviles y las redes sociales de poco menos que atrofiar nuestras mentes. Menciona como ejemplo aquel mito de que “el ser humano tenía ahora la atención de un pez”, y yo añadiré otro que se suele hablar entre profesores: que los alumnos ya solo son capaces de prestar atención durante los 10 primeros minutos de la clase.
Para desmontar este tipo de creencias, consultan al neuropsicólogo Jared Benge, autor de un artículo en Nature “que sugería que las personas mayores que usaban smartphones tenían menores tasas de declive cognitivo”. El Dr. Benge expone que “nos estamos adaptando a un mundo en el que hay muchas más cosas que demandan nuestra atención y donde la información llega a mayor velocidad”. Pero también explica que “una de las características de la mente humana que siempre ha supuesto una ventaja evolutiva es la adaptabilidad”, y asegura que “nuestros cerebros también se adaptarán al panorama digital”.
La lectura del artículo (que por sí misma es una prueba de que la concentración no está reñida con mirar una pantalla) me surge la siguiente duda. ¿Por qué entonces, en nuestro día a día, tenemos la sensación de que nos roban la atención, que no somos capaces de concentrarnos?
A lo mejor es que estamos midiendo mal nuestros esfuerzos mentales, o interpretando nuestras capacidades de forma equivocada. Puede que nuestros conceptos de atención y concentración se estén quedando obsoletos, y esto tiene su lógica porque fueron construidos por una sociedad que funcionaba a otro ritmo, que consagraba la paciencia y la perseverancia como ingredientes principales del éxito. Pero ese mundo ya no existe. Ahora todo va deprisa, y tienes que estar atento para captar la información que te interesa, para no perder oportunidades. En la actualidad, ya no sirve eso de encerrarse para trabajar en un único objetivo, y de hecho, puede ser contraproducente. ¿No deberíamos, entonces, medir la competencia de nuestros estudiantes en términos de capacidad de multitarea, que de hecho puede ser más importante para su éxito futuro?
En definitiva, cabe preguntarse si lo que llamamos falta de concentración es en realidad una dificultad para adaptarse a la sociedad actual. Y no son precisamente nuestros jóvenes quienes tiene problemas para modernizarse, así que sería el sistema educativo el que debería adaptarse a ellos. La capacidad de cambiar el foco de atención, de forma rápida y controlada, quizá deba ser considerada como una habilidad a promover en los estudiantes.
¿Nos están robando la atención?
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